sábado, 14 de enero de 2012

Augusto (Él)


-¿Qué? ¿Tengo hongos en la cara?-
Estaba desconcertada. Por fin mi organismo se reconectó y mi boca comenzó a moverse espasmódicamente, su control se hallaba fuera de mi campo cerebral. Titubeé
-Ee… perdón ¿? [1] ¡No, no, no, no! No quiero nada de vos. Sólo quiero que te vayas, ¿esta bien? Dejame en paz, nunca te voy a dar mi alma, ¡no nunca!-
Una sonrisa tajó su nebuloso y pálido rostro de lo que siguió una ¿carcajada? Y mucho humo. Automáticamente, di unos pasos hacia a tras, me tambaleé, las manos me transpiraban y el aire a mi alrededor se apelmazaba. Con los músculos de mi cuerpo tensos, y un tanto mareada lo escuché esforzándome por parecer más fuerte de lo que me sentía.
-No quiero tu alma. No soy ningún demonio ni nada parecido. Solo quiero tu ayuda-
Comenzaba a relajarme y tranquilizarme. El mundo volvía a su nitidez original. Después de inflar pecho y  varios minutos (según yo) exclamé con un hilo de voz.
-No. Primero, ¿eras vos el de los ruidos?-
-Supongo, soy el único que ha podido entrar a la casa-
-¿Qué?- el corazón me dio un vuelco.[2]
-¡Oh! Encima de tonta, sorda, ya no existen médiums respetables en el mercado hoy en día-
-Para, para, para, yo no soy ningún médium y tampoco soy tonta ni sorda, y si vas a querer  mi ayuda vas a tener que tratarme con más cuidado, ¿está bien? Y vas a tener que explicarme qué mierda sos.-
-Bueno pero para que la cosa se de vos también vas a tener que tratarme mejor. Por empezar no soy ninguna mierda, demasiado clemente fui presentándome como lo hice.-
-¿Presentándote como lo hiciste? ¿Y cómo se supone que te has presentado?, porque no veo el lado clemente del asunto.-
-Humanos desagradecidos- A continuación, en las cuencas donde había un vacío espectral aparecieron unas bolitas blancas y brillantes en las que, de a poco, se iban haciendo visibles unas pupilas de un color café tostado.
-Wowwww ¿qué fue lo que te pasó?-
-¿Me preferías sin ojos?-
-No, no, mejor así-
-Si, la verdad es un inconveniente no tenerlos, no se me da eso de ir a ciegas.-
-¿Entonces para qué te los sacaste?-
-Para asustarte, amo ver sus caras, cualquiera diría que están tratando de defecar. La lucha interna en la que se baten se refleja en sus caras de “¡Sabía que existías!” y “¡Oh Dios mío, que estoy viendo!”- su rostro se contorsionó en dos muecas exageradas imitando, según él, a los burlados.
-Si, si, que chistoso, ahora me podrías explicar quién sos.-
-Esteban, mucho gusto.[3]-

domingo, 1 de enero de 2012

Lo que logra la depresión (Él)


Si esto fuera el capítulo de una novela de ficción, seguramente hubiera atravesado el umbral de mi habitación y con paso decidido hubiera recorrido el pasillo y subido al desván. Allí, tal vez, hubiera encontrado un viejo libo de fotografías en blanco y negro o en un espejo de antaño se reflejaría aquello que me ha quitado el sueño durante tantas noches, luego valientemente me hubiera enfrentado a aquello saliendo airosa de una pugna de hechizos, pero la cruda verdad es que este es sólo otro capítulo de mi vida y nada de eso sucederá.
De hecho, al abrir la puerta y no encontrar a nadie ahí, salí volando cual paloma espantada hasta la cocina donde se encontraba mi mamá haciendo la cena. Debo admitir, me siento bastante decepcionada con la actitud que adopté en aquella oportunidad. Soy una cobarde. Yo, que tanto hablo de valentía, nobleza, fortaleza y pureza del alma, salí corriendo como chancho a punto de ser carneado, por haber visto un pasillo tenuemente iluminado, y un desván abierto (a lo cual se le podrían atribuir cientos de razones).
-¿Que te pasó? [1]-  WTF