domingo, 18 de diciembre de 2011

Él

Lo conocí una noche de noviembre. Yo, tendida en mi cama trataba de conciliar el sueño. Debo haber estado al menos una hora despierta pensando en las cosas estúpidas que suelo pensar de noche, como en una pareja enamorada (WTF), planeando días venideros, delirando con navidad o filosofando.
Me encontraba al borde de la primera fase del sueño, con el peso del sopor sobre mí, cuando un fuerte sonido proveniente del jardín me sobresaltó. Algo había golpeado la ventana. Me asusté y como suele sucederles a personas con  ANIASP (altos niveles de imaginación alterada y sugestión potenciada) empecé a escuchar ruidos, ver luces o “imágenes” todos sin origen o naturaleza alguna.
 Siendo esta una faceta más que conocida para mí traté de concentrarme en un solo pensamiento a la vez (la cursi pareja enamorada) y  fundamentar los fenómenos anteriores diciéndome que fue sólo mi perro jugueteando, que todo iría bien. Y el resto de sonidos, luces e “imágenes” no eran reales sino producto de la excitación neuronal que la liberación de [1]Adrenocorticotropas (hormona del miedo) había producido, y de apoco me fui tranquilizando.
-Mika te quiero-                        
-Si ya se, pero yo no- más una sonrisa burlona en su rostro lo desmintió, y a continuación sus labios danzaron en un beso ATP, que luego se convirtió en un tango Apto para Mayores de 18 Años.
¡Pum! Los vidrios de la ventana temblaron esta vez. Dios, más asustada no podría haber estado. Los músculos de mi cuerpo se tensaron, de pronto era un nudo entre sábanas, colchas y mantas.
Apuntaba mi mirada atolondrada en cada rincón vacío de la habitación. Mi mente no pensaba en nada más que en el monigote pálido y peludo de la película “El Grito”, en “IT”, en las huellas extrañas de “Actividad Paranormal” y mujeres locas con los cabellos mohosos sobre sus rostros arrastrándose por el pasillo macabramente iluminado de mi casa, que (peor no me podría haber ido) desemboca en mi habitación.
[2]Los segundos pasaban y el silencio perforaba mis oídos. Como si tuviera ochos ojos, tenía cada ángulo de la habitación oscura dentro de mi campo de visión. Reinaba una alarmante paz. Respiraba plomo.
Al no aguantar más opté por estirar mi brazo y encender la luz. La oscuridad quedó sofocada por la tenue y santa luz de mi velador. Iba a repasar el lugar por [3]octodecillonésima vez cuando lo vi. El corazón se me paralizó. Debí haber estado pálida, porque en aquel momento la sangre dejó de recorrerme el cuerpo.
Sentado en la silla de mi escritorio, miraba inquisitivo, impenetrante con sus rizos dorados y ojos cafés tostados mi marchitamiento crónico. Quedamos en aquel estado durante un rato. Lo único que podía percibir era mi pecho latiente, llegó a dolerme, cabe decir. Con la mirada fija uno en el otro. Yo, atenta, a la espera de un movimiento brusco que delatara sus pérfidos pensamientos, a la más mínima señal. De pronto, mi mamá abrió la puerta de su habitación, lo que se tradujo a otro sobresalto para mí. Iba al baño.
-¿Qué haces con la luz prendida a esta hora?-
Volteé la cabeza violentamente a la silla de mi escritorio pero ya nada había ahí.  
 Jamás sentí tanto miedo como en aquel momento.  


[1]  Si, ya se, es fiki saber el nombre de la hormona del miedo.
[2] Imagina, esto pasó en sólo segundos
[3] En verdad existe 10108   Si, ya se de nuevo, es friki.

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